La Semana Santa es un periodo marcado por la reflexión, la espiritualidad y las tradiciones que atraviesan generaciones. Uno de los hábitos más extendidos durante estos días es el consumo de pescado, una costumbre que se remonta siglos atrás, y que tiene tanto un trasfondo religioso como cultural. Pero, ¿realmente sabemos por qué se come pescado en esta época del año?
Para los cristianos, la Semana Santa es un tiempo de recogimiento y penitencia. Durante estos días, especialmente el Viernes Santo, se conmemora la muerte de Jesús, lo que lleva a la Iglesia a recomendar a sus fieles la abstención de consumir carne como acto de sacrificio. En este contexto, el pescado se convierte en la alternativa principal. Es un alimento que no se considera carne roja y, por lo tanto, se permite dentro de la tradición religiosa.
Sin embargo, lo que puede parecer una simple práctica alimentaria tiene una significación más profunda. En la antigua Roma, la carne se asociaba con el lujo y la celebración, mientras que el pescado simbolizaba modestia y sencillez. Este contraste se refuerza aún más cuando se observa que, dentro de los primeros tiempos del cristianismo, el pescado también se convirtió en un símbolo cristiano. La palabra “pez” (ΙΧΘΥΣ, Ichthys en griego) no solo hace referencia al animal, sino que es un acrónimo que significa «Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador», lo que refuerza su relación con la fe cristiana.
El pescado, por tanto, no es solo un sustituto alimenticio, sino un símbolo que atraviesa lo espiritual y lo cultural. Es un recordatorio de la humildad y de los valores que, a lo largo de los siglos, se han mantenido vigentes en la tradición cristiana.
Hoy en día, más allá de la fe, la costumbre de comer pescado durante la Semana Santa se ha convertido en un ritual que reúne a las familias y las comunidades en torno a la mesa. El bacalao, la mojarra, el atún, el bagre y una infinidad de otras especies de pescado se preparan de diversas formas, y cada plato tiene una historia, un sabor y una tradición local que enriquece la celebración.
No obstante, en nuestra vida moderna, este acto de comer pescado también nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con los alimentos, la sostenibilidad y la salud. En muchos países, el consumo de pescado en Semana Santa es una excelente oportunidad para elegir opciones más saludables y variadas dentro de nuestra dieta. Sin embargo, es fundamental hacerlo de manera responsable. Hoy más que nunca, debemos ser conscientes de la procedencia de nuestros alimentos y asegurarnos de que el pescado que consumimos provenga de fuentes sostenibles y que no contribuya al agotamiento de los recursos marinos.
La práctica de comer pescado en Semana Santa, por tanto, es mucho más que una tradición religiosa o cultural. Es un recordatorio de la humildad, de los sacrificios que nos unen y de la importancia de reflexionar sobre nuestras decisiones alimentarias. En tiempos de crisis ambiental y social, esta costumbre también nos invita a pensar en el impacto que tienen nuestras elecciones sobre el mundo que nos rodea, reafirmando que la tradición y la sostenibilidad pueden ir de la mano.
En resumen, cuando comemos pescado en Semana Santa, estamos participando en una tradición que ha sido transmitida por generaciones, no solo como un acto de devoción, sino también como una oportunidad para reflexionar sobre lo que significa ser parte de una comunidad, de una cultura y de un planeta que necesita ser cuidado.