
En diciembre de 2010, se esperaba que la reapertura de la frontera pudiera revitalizar el comercio de San Antonio del Táchira y Pedro María Ureña, ciudades venezolanas conocidas por su actividad comercial. Sin embargo, estas expectativas se desvanecieron rápidamente.
El ambiente era frenético a las 11:00 de la mañana en San Antonio del Táchira. Los autobuses desde Cúcuta estaban abarrotados, evidenciando un gran movimiento de personas que caminaban con bolsas llenas alrededor de la plaza Miranda. Las compras navideñas estaban en pleno apogeo, con una atmósfera de alegría y anticipación por la cena y los estrenos.
En Pedro María Ureña, la escena era similar, con familias explorando tiendas en busca de prendas de vestir a buen precio. La cercanía con las fábricas hacía que vestirse resultara más económico para las familias del norte de Santander.
Colombianos y venezolanos se saludaban como hermanos entre comerciantes y clientes. Sin embargo, todo cambió el 19 de agosto de 2015, cuando el presidente Nicolás Maduro ordenó el cierre abrupto de la frontera con Colombia, dejando a cientos de familias divididas y atrapadas.
Aunque la frontera se reabrió años después solo para peatones, ya no era lo mismo. En la actualidad, San Antonio del Táchira muestra un panorama desolador: locales cerrados, fachadas deterioradas, calles en mal estado y una sensación de abandono palpable. El comerciante Juan Camperos, con su ferretería de 50 años, se aferra a la esperanza de tiempos mejores mientras ve con nostalgia cómo su pueblo se deteriora.
Isabel Castillo, presidenta de la Cámara de Comercio local, reporta que el 80% de los negocios han cerrado y muchos comerciantes han optado por migrar a Colombia en busca de mejores oportunidades.
Miguel Ángel Ojeda, otro comerciante, aún mantiene la esperanza en las próximas elecciones presidenciales para decidir su futuro, a pesar de las dificultades que enfrenta día a día en un entorno económico devastado.
En resumen, San Antonio del Táchira, que una vez fue un próspero centro comercial, ahora languidece en el olvido, reflejando la tristeza y la incertidumbre de sus habitantes frente a un futuro incierto y desafiante.