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Cúcuta teme por el descontrol total de miles de motociclistas este Halloween
Cúcuta teme por el descontrol total de miles de motociclistas este Halloween

Cúcuta teme por el descontrol total de miles de motociclistas este Halloween

Cada año, la llegada de Halloween trae consigo disfraces, luces y alegría en las calles de Cúcuta. Sin embargo, también se ha convertido en sinónimo de preocupación por las ya famosas caravanas de motociclistas que, lejos de representar un evento recreativo, se han transformado en un foco de desorden, ruido y riesgo.

De acuerdo con los reportes ciudadanos, durante el pasado fin de semana se registraron aglomeraciones, maniobras peligrosas y ruidos ensordecedores en sectores como el Anillo Vial Oriental. El veedor de movilidad, Samir Contreras, advirtió que se esperan más de 10.000 motocicletas en las calles durante las celebraciones de Halloween, una cifra que por sí sola muestra la magnitud del reto que enfrentan las autoridades locales.

Y es que, aunque las “rodadas” no están prohibidas, el problema no radica en el evento en sí, sino en el comportamiento de algunos participantes. Salir sin casco, sin documentos, o incluso aprovechar la multitud para cometer delitos, son actitudes que empañan el sentido de comunidad y respeto que debería primar. La libertad de circular no puede ser excusa para poner en riesgo la vida propia y la de los demás.

A esta situación se suma un elemento institucional preocupante: Cúcuta ya no cuenta con Policía de Tránsito, sino con alféreces o agentes civiles, quienes no tienen los mismos recursos ni facultades para controlar estas aglomeraciones. La ciudad, entonces, enfrenta un evento masivo con una capacidad operativa limitada. Si antes era difícil controlar a cientos de motociclistas, hoy resulta casi imposible hacerlo con miles.

El llamado del veedor Contreras a crear mesas de trabajo entre autoridades y grupos moteros es más que razonable. No se trata de criminalizar a todos los motociclistas pues muchos son ciudadanos responsables, sino de establecer canales de diálogo que permitan organizar recorridos, evitar cierres viales y garantizar la seguridad. El problema radica, como él señala, en que la mayoría de quienes participan en estas caravanas no pertenecen a clubes formales, lo que hace más difícil cualquier intento de regulación o coordinación.

Pero más allá del desorden vial, hay un aspecto que no puede pasarse por alto: el impacto en la calidad de vida de los habitantes. El ruido excesivo de los exhostos modificados ha convertido la noche en un tormento para muchos cucuteños. No es justo que quienes trabajan o estudian deban soportar noches enteras sin dormir porque otros deciden celebrar de manera irresponsable. La ciudad necesita un respiro, especialmente en un momento de tanta tensión por la inseguridad.

En definitiva, Cúcuta enfrenta un dilema que no se resuelve solo con comparendos o retenes. Se requiere cultura ciudadana, corresponsabilidad y una autoridad capaz de hacer cumplir las normas. Halloween debería ser una fecha de alegría, no de caos.

Si la ciudad no logra equilibrar la libertad de celebrar con el respeto por el espacio público y la tranquilidad colectiva, lo que hoy es una “caravana” podría terminar siendo, simplemente, un símbolo más del desorden que no aprendemos a controlar.

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