Por: Wilder Carrascal
Mientras el mundo avanza hacia una era tecnológica prometedora, en el Catatumbo esa región olvidada y marcada por el conflicto, la innovación ha llegado por el camino más perverso; Los drones, no como herramientas de desarrollo, sino como instrumentos de muerte.
En los últimos meses, los cielos del Catatumbo han sido testigos silenciosos de una guerra cada vez más inhumana. Grupos armados como el ELN y las disidencias de las FARC han adoptado el uso de drones cargados con explosivos para atacar a las fuerzas militares. El resultado: soldados como José de la Cruz Berrío Palacios y José Daniel Reyes Urda, muertos en operaciones que cada vez parecen más una emboscada tecnológica que un combate convencional. La población civil también ha sido víctima de esta práctica, como fue el caso de Luis Ernesto Mendoza de 73 años de edad quien perdio la vida tras la caída de un explosivo lanzado desde un dron a vivienda. Comunidades enteras viviendo bajo el miedo de que un zumbido en el cielo pueda ser el preludio de una tragedia.
¿Qué tan bajo hemos caído como país para permitir que se normalice la guerra con drones en nuestros territorios? El Catatumbo ha sido durante años una zona en disputa, azotada por el narcotráfico, la minería ilegal y la presencia constante de actores armados. Pero el uso de drones como armas representa una escalada que debe alarmarnos a todos.
Este no es solo un problema militar. Es un problema ético, político y social. ¿Dónde está la estrategia del Estado para proteger a las comunidades? ¿Dónde están los esfuerzos reales para frenar el avance de la guerra con tecnología?
Mientras las potencias del mundo discuten sobre regulación del uso civil de la inteligencia artificial, nosotros seguimos sin controlar el uso bélico de un dron comprado en internet. Mientras tanto, el campesino, el niño, el soldado, el civil, todos siguen en la mira.
No podemos seguir aceptando que el Catatumbo sea un laboratorio de guerra sin reglas. La muerte desde el cielo no puede ser la nueva normalidad. Urge una respuesta integral del Gobierno, la comunidad internacional y la sociedad civil. Urge justicia. Urge paz. Urge humanidad.